2 de febrero de 2013
- Folleto informativo (presentación / subsidio para la celebración diocesana / testimonios / textos del magisterio)
D. José Román Flecha
En un mundo que parece vivir la tiniebla por el eclipse de Dios, es difícil consagrarle la vida. Nadie dedica la vida a algo o a alguien a quien no conoce. Consagrar la vida a Dios es siempre dar un salto en el vacío. Es decir, supone una fe sincera y madura.
La sinceridad y la madurez son fundamentales para una consagración. Pero estas cualidades suponen una nueva dificultad para plantearse la consagración a Dios. Se suele recordar que Jean François Revel recordaba ya hace unos años que la palanca que hoy mueve el mundo es la mentira. O la hipocresía, la simulación y la incoherencia.
Tampoco la madurez tiene buena prensa en esta era del infantilismo generalizado, de la prisa y la frivolidad. Todo parece ser efímero y provisional. Son muchos los que piensan que no se puede adquirir un compromiso para toda la vida. Y, con ese prejuicio, es difícil consagrar la vida a una vocación que requiere la definitividad. "Seguir leyendo"