Epifanía es, popularmente, la fiesta de los Reyes, alegría y regalos, para pequeños y mayores, que continuarán llegando, a pesar de la crisis, aunque seguramente con más tiento y menos derrochadores que hace pocos años.
Para los cristianos, y especialmente para los misioneros, es la fiesta de la universalidad: el Niño recién nacido comienza sus comparecencias públicas manifestándose como luz para todas las naciones, culturas y pueblos, representadas en aquellos Magos de Oriente. Y terminará su andadura por nuestro mundo enviando a sus discípulos a llevar a esas culturas y pueblos el Evangelio por El proclamado, y refrendado por su muerte y resurrección.
Los sacerdotes diocesanos sabemos que nuestra ordenación no nos dispone “para una misión limitada y restringida, sino para una misión amplísima y universal de salvación "hasta los extremos de la tierra" (Act., 1, 8), porque cualquier ministerio sacerdotal participa de la misma amplitud universal de la misión confiada por Cristo a los apóstoles” (PO 12). Y encontramos en el Instituto Español de Misiones Extranjeras un cauce extraordinario para cooperar en la Misión ad Gentes: Son muchos los compañeros de presbiterio que han sido enviados o están actualmente en Misión por medio de este Instituto. Y los que quedamos en la diócesis, los sentimos como algo especialmente nuestro, y por eso nos distinguimos en proporcionarles nuestro apoyo.
Que, a pesar de la crisis, no les falte nuestra oración, nuestra cercanía y nuestra ayuda económica a quienes están repartidos por todo el mundo siendo “portadores de fe y esperanza”.
Damián Díaz.
Delegado de Misiones de Ciudad Real